La muerte como el perdón de los vivos
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Tōru TAKEMITSU
Death and Resurrection(primera vez por la OCG)
Hector BERLIOZ
Les nuits d’été
Romeo y Julieta, escena de amor
- Catriona Morison
- mezzosoprano
- Lucas Macías
- director
Colaboran Asociación Amigos de la OCG, Mecenas OCG 2021/22 y Asociación Musical Acorde de la Costa de Granada
Tōru Takemitsu vivió siempre entre dos mundos. Entre dos realidades sujetas por el conflicto, por la guerra, por el asedio. Decidió ser compositor al terminar la II Guerra Mundial y, utilizando el lenguaje de occidente, determinó que su única batalla sería acercar dos culturas que para él habían sido madres antagónicas. Death and Resurrection responde a ese llanto contenido tras los bombardeos de Hiroshima, a una postal cruda con atisbos de nostalgia y melancolía por la que una vez fue una de las ciudades más transitadas del Imperio del Sol. ¿Cómo asumes que las dos culturas que más amas cohabitan entre la guerra y la muerte? ¿Cómo puedes amar las vanguardias de una sociedad que está masacrando a tus compatriotas sin sentirte víctima y verdugo?
A Hector Berlioz no le hizo falta hacerse ninguna de estas preguntas porque su realidad era muy diferente. La nebulosa opiácea parece sumergirnos en un París en el que los afectos y las pasiones sobrevuelan Les nuits d’eté, para ofrecernos seis canciones cuya única conexión real son esos sentimientos puros y universales a los que todo ser humano debe enfrentarse por el hecho de serlo. Berlioz nos abre una habitación repleta de secretos y confesiones, con una simbología que jamás comprenderemos y de la que, casualmente y pese a ser un ávido escritor, nunca desveló ni en sus cartas ni en su biografía. No hay mayor secreto que aquel que todos ven y ninguno comprende. De la misma forma que muchas verdades ocultas no se hacen ciertas hasta que alguien las dice en voz alta. Algo similar les ocurrió a Romeo y Julieta en su desventurado romance, que en tres días causó seis muertes por el simple hecho de desvelar el amor entre dos jóvenes de 13 y 17 años. Berlioz quiso hacer de este gran título una sinfonía con tintes de ópera. Lo cierto es que la tituló Sinfonía dramática, sabiendo de antemano que esta ambiciosa pieza fusionaba todos los géneros. Su escena de amor refleja el afecto infantil más puro, escondido entre matorrales y arbustos para que nadie lo descubra. Otro secreto más cuya verdad mata y reconcilia, abrasa y hiela a partes iguales. Hiroshima nos mostró la barbarie del ser humano. Shakespeare ficcionó nuestra cruenta naturaleza. Y al final, el pavor hacia la muerte de lo propio nos hace, como sociedad, ver en el otro a un compañero y no a un rival.
Texto: Nacho Castellanos
Foto: José A. Albornoz