Juventud, divino tesoro
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Gabriel FAURÉ
Pavane en Fa sostenido menor, op. 50
Claude DEBUSSY / Sally BEAMISH
Suite para violoncello y orquesta (estreno en España)
Georges BIZET
Sinfonía núm. 1 en Do mayor
- CORO DE LA OCG
- Héctor E. Márquez, director
- KATHLEEN BALFE
- violoncello
- Joseph Swensen
- director
Colaboran Caja Granada Fundación y CaixaBank
Nadie decide en la memoria ajena. De la misma forma que ni los grandes genios tienen voz para determinar cuáles de sus obras son universales y cuáles no. Gabriel Fauré nunca creyó que su Pavana se convertiría en su melodía más popular. Era una pieza simple, una cápsula del tiempo que pretendía recordar aquellas danzas cortesanas tan populares, bañadas con armonías del momento. Pero el público habló. Y enseguida popularizó una obra que el mismo Fauré tuvo que arreglar para coro y orquesta, transformando una pieza de salón en un canto a la vida que llenaría teatros y auditorios. Para Debussy siempre fue una pieza simple pero veraz, una evocación tierna y sincera que, gracias a la bella melodía de una flauta, conseguía esbozar un paraje tranquilo y calmado. Años antes de que Fauré estrenara su Pavana, el joven Claude trazó en algunos pentagramas su Suite para violoncello y orquesta que, por desgracias del destino, se perdió para siempre. Pero la música es trabajo de artesanos, y como viene ocurriendo a lo largo de la historia, todo aquello que está roto o inacabado puede resucitar gracias al arte del futuro. Esta Suite resucitó en pleno siglo XXI gracias al buen arte de tañer de Sally Beamish, que, por encargo del violoncellista Steven Isserlis, tomó aquellos fragmentos recuperados de la pieza original y, mezclándolos con otros de juventud, resucitó a un Debussy olvidado que ya desde joven apuntaba maneras. Algo similar le ocurrió al joven Georges Bizet cuando apenas cumplía 17 años. Su Sinfonía en Do fue un parto prematuro. Un ejercicio musical que quedó perdido entre papeles y cuadernos para consagrarse al mundo del arte años después de su muerte. Nunca la escuchó en vida. Y aunque la revisitó en ocasiones para aprovechar algo del material que ya había creado, para él fue tan solo una lección de armonía y composición que su maestro, Charles Gounod, le había mandado como ejercicio de orquestación a la hora de enfrentarse a la forma sinfónica. Un ejercicio de juventud que, sin pensarlo, se transformaría en una pieza más del repertorio sinfónico.
Texto: Nacho Castellanos
Foto: Juan J. Jiménez